sábado, 7 de agosto de 2010

Desplanes para desviajar, o de cómo volver al carril cuando nunca estuve allí

Abandoné por un buen rato este blog. Tenía la extraña idea de no querer hablar de nada personal (y no entiendo cómo no serían personales algunos de mis antiguos posts), y mi vida ha estado de cabeza todo este rato. Sin trabajo, sin un futuro estable, buscando como loco becas y recomendaciones para maestrías... de hecho, ha sido, todo esto, madurar, un poco. "El mundo real", habría dicho hace unos meses. Sigo sin tener nada seguro, pero por ahora siento que eso es lo único seguro que tengo (¡valga la ironía!).



Pues bien, aquí van los detalles: si mi mundo no vuelve a dar otro vuelco igual de intenso, me voy a una maestría a tierras gringas, pero hasta el año que viene. Hasta hace dos semanas, estaba casi seguro de que sería para éste (aceptación de la universidad, trabajo seguro de asistente de investigador, y participación en proyectos sobre mi mero mole: migración latinoamericana, y creación de "comunidad"), pero la vida da muchas vueltas (la crisis, la crisis). Y bien, sigue sin ser tan seguro (lo único que tengo son promesas y papeles, ¡pero un año es mucho tiempo!), pero me ofrecen, por fin, trabajo de investigación en campo (igual, mi mero mole, ¡y al sur!).

Hoy le pagué a mi casero. Fui al tianguis, compré un kilo de frijol peruano, quesos, verduras. Una media sandía que estaba de oferta. Limpié la casa (que, técnicamente, es un cuarto). Puse el poster que me regalaron en la feria del libro. Acepté la propuesta de trabajo (falta que me digan los detalles en la semana, de cuándo y cómo y cuánto; es casi seguro que necesitaré hacer algunas chambitas de aquí a que se formalice).

Me hice por fin a la idea de que no me voy, todavía. De que me van a tocar, todavía, las maravillas de esta ciudad, de este país (tortillas de mano, salsa de chileseco, las moritas de Xico) y de que me falta tanto por viajar y conocer, tanto por probar, tanta música y teatro y cine y gente. De que puedo seguir frecuentando a mis amigos, y poner en mi hipotálamo la etiqueta de "disponible". De que tengo que comprar varias cosas para la casa que había dejado pasar (me faltan cuchillos, otro bote de basura, comenzar ahora sí mi composta en la azotea, una buena limpieza de papeles).

¿Saben a qué me sabe todo esto? A una de esas salsas agridulces que hace mi tía. O, mejor dicho, a algo con naranja de cucho y miel. O a una de esas guanábanas que se ven deliciosas y no saben a nada, aunque en agua y con azúcar todavía sacan su juguito tan particular. O a un sándwich que se me pasó de tostado, pero raspándolo un poco en las orillas resulta simplemente delicioso. O a ese mousse de chocolate que se convirtió en pastel que parecían brownies, que me gustó tanto. Los mangos que se me estaban pasando de maduros, que licué y con algo de leche condensada y crema resultaron una nieve especialmente disfrutable.

Habrá, ahora, que encontrarle ese sabor.

1 comentario:

  1. Hermanastro...
    la vida hace con nosotros lo que quiere, escoge entre las intersecciones decisionales lo que le da la gana.
    preguntarse ¿Por qué? ni para qué... sólo cómo seguir caminando

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